Maraton de Madrid 2010, terminado.

Pues si, se terminó, y esa fue la mejor noticia. En mi caso poco importa el que bajara casi 10’ mi marca de Berlín, y que esos 4:23:10 suponga una marca que para mis condiciones me parecía de antemano complicado de conseguir. Lo mejor después de analizar con algo de más calma la carrera, y de leer otras experiencias de corredores ha sido eso: terminarla.

El trazado es muy jodido, ya lo sabíamos, con una segunda parte del recorrido bastante dura, no esperaba menos, pero si algo le faltaba al día, como si no tuviera ya suficiente épica, era el tremendo calor que a todos nos amargó el trago y a mas de uno le hizo abandonar la carrera.

El inicio fue muy bueno, dejándome llevar y haciendo un paso por la Media Maratón en calle Ferraz en 1’56. Fui siempre por debajo de mi previsión en unos 10’. No se si ese ritmo un pelin mas vivo del previsto o el calor que empezó a pasar factura pero en la Casa de Campo me encontré con el muro, el tío del mazo, la pájara , la madre que los parió, o todos juntos a la vez, pero del Km. 26 al 31 lo pasé fatal. No tuve nunca intención de abandonar pero no iba ni para atrás. En el avituallamiento del 30 pude reponerme con agua, isotónica y comer algo y empecé a entender que no solo perdería esos 10’ adelanto que llevaba y que me caerían muchos más, sino que además podría correr el riesgo de deshidratación que me obligara a abandonar. Recordé aquellas palabras de José Antonio Rodríguez: “No puedo cambiar la dirección del viento, pero si puedo ajustar mis velas para llegar al destino”. Y eso me propuse, regular al máximo, beber aun mas de lo que lo hice (y eso que bebí absolutamente en todos lo avituallamientos), pero que no podía dejar pasar la oportunidad de terminarlo, de entrar en la meta del Retiro con mi familia esperándome, de demostrar que la mente debe tomar en ese momento el control y tratar de superarse. En ese momento empiezas a apoyarte en todo aquello que crees que te puede servir de estimulo, familia, esos gritos de animo de la gente, esa frase que leí en la camiseta de uno de los corredores; “el dolor es pasajero, el orgullo es para siempre”.
Así cuando te ves al comienzo de la calle Alfonso XII y empiezas esa interminable cuesta que te lleva hasta la Puerta de Alcalá, comprendes que el suplicio esta terminando y te olvidas de todo viéndote ya entrando en meta, y eso que ese tramo es definitivamente mortal.

En mi corta experiencia en carreras de larga distancia he podido comprender que esto es muy duro, pero es que esto es así…. Decía Emil Zatopek “Si quieres correr, corre un kilómetro, si lo que quieres es experimentar otra vida, entonces corre un maratón"

Y eso es lo que debemos entender, que es una carrera muy dura, para la gente como yo que la hace en más de 4 horas aun más, en las que pueden pasar muchas cosas, inclemencias meteorológicas, lesiones, bajones anímicos, duros recorridos, mala asimilación de comidas, nervios, mal descanso la noche anterior, pequeños percances que te obliguen a abandonar, etc.…, pero es que esto forma parte de la épica.
Leí en un blog de otro finisher en un maratón algo así como que si hubiese llegado fresco, si hubiera superado entero el 40, si llego a cruzar la meta intacto, le habría perdido el respeto. El maratón es un mito, una leyenda y como tal debe hablar un idioma especial, debe tener ese matiz agridulce, ese que en ese momento nos martiriza pero cuando lo reposas le sacas ese regusto especial, ese sabor autentico.

Ahora solo queda enorgullecerse de haberlo corrido, de haberlo terminado, de haberlo disfrutado, y porque no de haberlo sufrido también. Queda también recuperarse bien, en este caso parece que me ha hecho mella en el riñón, quizá por problemas de hidratación. Pero bueno repito: "el dolor es pasajero, el orgullo es para siempre.”

Por eso no me planteo ahora otro reto que “beber cerveza y comer jamón” como pongo en la foto. Mañana…, la semana que viene…, dentro de 15 días… ya veremos…